PRODIGIO INFINITO DE LA SIERRA: ¿PODEMOS BORRARLA DE LA PROPIEDAD?
Por: Andrea Amalinalli Hernández Rocha Socióloga de la FCPyS, UNAM.
Llevo 29 años viviendo en Cuautepec. Confieso que esta localidad cóncava me resultaba fea, descolorida, nada interesante y aburrida ¿tal vez se debía a que no la conocía? ¿Puede deberse a que, como muchos de sus habitantes, debí trasladarme desde los 16 años a otros centros escolares que me prometían porvenir? En fin, terminó ese lapso de tiempo en que mi escolaridad concluyó y me encaminé al mundo laboral, después de recorrer la ciudad de norte a sur durante 8 años, también la odie, la encontré aburrida y nada interesante.
Así pues, regrese a esta localidad cóncava que actualmente funge como “mi” territorio, pero, algo cambio en este retorno. Ahora, comencé a mirar al “otro”, comencé a mirar a esos cerros que desde mi casa siempre había observado cuando era niña, y que en alguna que otra fantasía me preguntaba el por qué seguían “pelones” (es decir, sin casas). Descubrí a este “otro”, me maraville con la Sierra, con la fortaleza de las montañas que se yerguen para cobijar toda una cuenca ancestral. Cuando pude dimensionar qué tan impresionante es Cuautepec, cambié la perspectiva del por qué quise abandonarla, y comencé a reconciliarme con toda esas cadenas de montañas que sobreviven a la urbe, pude oler las maravillas de sus árboles sobrevivientes, ver los colores de las piedras originales y sentir que aún existe una vida más interesante que la humana misma.
Sin embargo, cierto es que acechada está y cierto también es que el acechamiento proviene de toda esta masa humanoide que promete y exige progreso, de toda la gris materia que frente a ella se alza, frente a todo ese blanco y asesino unicel que está siendo vertido en sus laderas y cañadas por aquellos que se reclaman dueños de la tierra, poseedores y amos, codiciosos y astutos que saben su valor y la esclavizan con sus prácticas asesinas. Pero también de todos aquellos ignorantes que están marginados de sus maravillas, del desconocimiento de que existe ella, que continúa ahí, esperando a que sea reconocida y que existan voluntades esperando a construir algo que permita rescatarla del abismo oscuro y profundo del desinterés y la codicia.
¡Este es el prodigio de la Sierra! Quien la camina, quien la siente, quien es fuerte y quien ve al otro, es aquel quien tiene la voz y la voluntad para hacerla visible y que sea rescatada de la ignorancia fundamental de la tierra: la propiedad.
Créditos:
- Texto: Andrea Amalinalli Hernández Rocha
- Organización: Programa Altepetl, DGSANPAVA